La pandemia causada por el COVID-19 ha puesto en evidencia una vez más la estrecha y delicada dependencia existente entre nuestro bienestar y la salud del planeta. Claramente existe una fuerte necesidad de tomar acciones en pro del cambio de nuestro modo de desarrollo, las cuales están interconectadas con cada aspecto de nuestras vidas como el nivel de consumo, la dieta, la movilidad y el consumo de energía, entre otros. Si bien la sostenibilidad juega un papel fundamental en todo el mundo, América Latina es una región clave, por la existencia en su territorio de países en vías de desarrollo, presentando una oportunidad para reinventar el paradigma de desarrollo.
Desde 1960 hemos originado más alteraciones en nuestro planeta de las que se habían producido en los últimos 1000 años, por causa de factores como el crecimiento poblacional, el aumento en el número de vehículos personales y por ende en el consumo de petróleo y el incremento en los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, la pérdida de biodiversidad causada por la tala para agricultura y el cambio de uso de tierras, entre muchos otros.
Es indiscutible que la pandemia ha dejado importantes lecciones en lo que tiene que ver con replantear nuestro modelo de desarrollo, donde elementos que ya venían figurando desde hace varios años como la economía circular, la reducción en las emisiones, la inversión en energías renovables y la necesidad de conservar las selvas que contienen nuestra biodiversidad se hacen más urgentes que nunca.
Y es aquí donde América Latina y nosotros los latinos como comunidad podemos tener un rol fundamental en el cambio del paradigma de desarrollo, es decir una oportunidad para hacerlo mejor. Nuestros países históricamente han seguido el modelo de desarrollo de las grandes potencias, de las cuales heredamos prácticas poco amigables con el medio ambiente como el consumismo excesivo, la alta dependencia en los combustibles fósiles, y el abandono de prácticas agrícolas tradicionales para adoptar otras bastante lesivas impuestas por la revolución verde. Pero si algo nos deja claro la pandemia es que no puede que seguir siendo así, llego la hora de reinventarnos.
América latina como región goza de numerosos privilegios que podrían ser aprovechados a favor del desarrollo sostenible, como por ejemplo frondosos bosques con altos índices de biodiversidad, variados climas donde cultivar diversos alimentos, ausencia de estaciones facilitando la agricultura, y como diría Celia Cruz, la posibilidad de cultivar una rosa blanca en Junio como en enero. En nuestros territorios existen abundantes recursos potenciales, que bien manejados puede generar verdadero desarrollo sostenible.
En esta época de cambio tenemos una verdadera oportunidad para reflexionar y re-pensar el desarrollo de la región, apuntándole al desarrollo sostenible, tema del cual se habla mucho, pero me atrevo a decir se sabe poco. Una de las mejores definiciones de desarrollo sostenible es la de Brundtland 1987, quien plantea que el desarrollo sostenible es la habilidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras puedan satisfacer las suyas.
Es muy sencillo, no podemos consumir recursos más rápido de lo que se producen y no podemos producir basura a una velocidad mayor a la que la naturaleza la puede degradarla. Si te preguntas como podemos ser más sostenibles podemos empezar por estrategias simples pero efectivas como el uso de bolsas reutilizables, tomar duchas cortas, apagar las luces, hacer compostaje y comer menos carne. En el próximo articulo prometo entrar en más detalles de cómo éstas simples estrategias ayudan el planeta, entre tanto ponerlas en práctica no hace mal y ayuda nuestras finanzas.
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